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24 jun 2010

La derrota verde, el triunfo naranja


Quienes apoyamos la candidatura del Partido Verde salimos a votar en segunda vuelta por nuestro candidato a sabiendas de que, después de la enorme cantidad de errores estratégicos (en especial de marketing político) que propiciaron el desastroso resultado de la primera,  era muy poco probable remontar la amplia diferencia que alcanzó su triunfador. Y, según lo esperado, perdimos en las urnas. Fuimos tres millones y medio de colombianos pero estuvimos lejos de ser la mayoría. ¿Por qué?

Porque las elecciones no se ganan con buenas intenciones, ni siquiera con buenas ideas o con los mejores programas, sino con votos. Y Santos obtuvo la mayoría de sufragios que, en las democracias contemporáneas, se consiguen fundamentalmente con maquinaria y un manejo mediático eficaz que fueron las verdaderas “locomotoras” de su campaña, en especial el éxito en apostarle a explotar la buena imagen de Uribe, la confianza que inspira su gobierno en materia de seguridad y, por supuesto, la destreza del candidato para capitalizar en su beneficio estos dos ingredientes.

Hasta aquí todo bien, y legítimo. Pero la suma de varios otros factores negativos e ilegítimos (cuando no ilegales) ya de conocimiento público y denunciados hasta la saciedad en los medios, también contribuyó a la derrota de la opción de cambio. En primer lugar, para ponerlo en términos de Habermas, la contaminación del “espacio público” de comunicación con información basura propiciada por la campaña de Santos: por más que él insista en negarlo, no se contratan gurús como J. J. Rendón, Jack Leslie, James Carville y Ravi Singh para prenderle velitas a la Virgen. Esta estrategia se vio además potenciada por la inexperiencia verde para reaccionar enérgica y oportunamente (no después de la primera vuelta, cuando el mal ya estaba hecho) frente a la guerra sucia electoral. Y en segundo lugar la intervención ilegal en política del Presidente a favor del que ungió como su sucesor, sumada al uso indebido de la maquinaria asistencialista de su gobierno para favorecer a Santos: quedó demostrada estadísticamente por la investigación de Global Exchange la correlación entre sus más altas votaciones con respecto a la media y los municipios donde se concentran los subsidios de Familias en Acción.

Por el lado de los vencidos tampoco faltaron los límites y las equivocaciones. En orden de importancia: la ausencia de maquinaria pues el Verde es un partido joven que apenas está construyendo sus estructuras; la incapacidad para cristalizar alianzas sin comprometer la integridad del partido ni privilegiar enemistades personales; las deficiencias en el manejo de medios y, como dirían en tenis, los “errores no forzados” o “autogoles”, según afirmó el candidato, al que se vio varias veces acorralado en los debates, que le impidieron sintonizarse con el electorado más humilde, de manera paradójica y triste pues era el que su propuesta buscaba ayudar en forma prioritaria.

Sin embargo, en medio de la derrota electoral hay varios triunfos que los verdes podemos celebrar. Mockus y Fajardo le dieron a estas elecciones un estatus ético inédito en la historia de Colombia: por primera vez dos intelectuales honestos (en lugar de manzanillos o políticos de oficio, con las ventajas y desventajas que ello entraña) fueron una opción real de poder presidencial, basada no en el tradicional clientelismo sino en el voto de opinión a favor de una propuesta revolucionaria de cultura de la legalidad y lucha contra la corrupción.

La pregunta que surge ahora es qué se puede esperar de la presidencia de Santos. Su propuesta de “Gobierno de Unidad Nacional” desconcierta, por decir lo menos, porque resulta ambivalente. Podría interpretarse como un proyecto de unanimismo acrítico que pretende coronar la impunidad y la corrupción desbordada que deja el gobierno de Uribe, eliminando la posibilidad de rectificación en las políticas fallidas y de oposición (condición necesaria de toda democracia madura) en una especie de patrioterismo que hace pensar con preocupación en la célebre frase de Albert Camus: “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”.

Pero también abre la posibilidad de un distanciamiento del legado uribista en sus aspectos negativos, que es magno: violación de los derechos humanos por una política de seguridad centrada en los resultados y poco exigente con el respeto de la ley; tolerancia frente a la corrupción de los más altos funcionarios; ataques a la independencia del poder judicial; alta tasa de desempleo; colapso del sistema de seguridad social; y lo más alarmante: la dramática situación de los cuatro millones de desplazados por la violencia que para el gobierno saliente parecieran no existir.

Varios millones de campesinos pidiendo limosna en los semáforos de las ciudades son una vergüenza que el país no puede continuar tolerando. El principal reto de Santos en materia social será conseguir que las ventajas obtenidas en el terreno del conflicto gracias a la desmovilización paramilitar y el asedio a la guerrilla, se traduzcan además de en la visita tranquila a la finca de los propietarios urbanos, en la recuperación de las parcelas para nuestros campesinos y el impulso de su productividad.

La carta de apoyo de César Gaviria al nuevo Presidente apunta a la hipótesis del desmarque cuando hace énfasis en la necesidad de corregir los errores crasos cometidos por el gobierno saliente y de escuchar el sentimiento de insatisfacción por la corrupción que representa la ola verde. Este apoyo, aunque calificado por Uribe de oportunista (y lo es), puede interpretarse como la apertura dentro del incipiente “santismo” de una primera vía hacia una identidad propia marcada por nuevos derroteros.

Aunque la respuesta de Santos a los “injustificados” reparos de la misiva de Gaviria y su afirmación en el penúltimo debate televisado de que era incapaz de criticar la gestión de Álvaro Uribe hacen pensar en un continuismo incondicional, también pueden leerse como el producto de la conveniencia preelectoral. Bajo su mandato Juan Manuel Santos demostrará si es un uribista ciego, como lo sostuvo antes de ganar la presidencia, o está dispuesto a corregir los errores de su predecesor, que no son pocos. Mientras la cantidad indiscriminada de apoyos recogidos en el camino por su campaña apunta a lo primero, su conocida ambición histórica como estadista, basada en su enorme capacidad de gerencia, hace pensar lo segundo. 

23 jun 2010

Reflexiones intempestivas 7


Con el determinismo económico que supuso el materialismo histórico, Marx cayó en la misma trampa que Hegel: el programa imposible de deducir la realidad a partir del concepto. Será Weber -de lejos el sociólogo más importante de la historia del conocimiento- el encargado de advertirlo y a quien le debemos (¡nada menos!) la reivindicación de las ciencias sociales por el reconocimiento de los límites de su capacidad explicativa. En la obra de Weber se conjugan, milagrosamente, la lúcida ambición teleológica (los grandes tópicos: el contraste entre modernidad y tradición, la racionalización de la historia y la sociedad) y la brillante modestia epistemológica (los ideales tipo, la multicausalidad histórica blanda).
La grandeza intelectual supone altas de dosis de irresponsabilidad y escepticismo. 

21 jun 2010

Mensaje de agradecimiento de Antanas Mockus tras perder las elecciones



Gracias por todo lo que hiciste. Gracias por creer, gracias por confiar, gracias por actuar de buena fe y por mantener siempre viva la esperanza. Gracias por soñar que es posible tener un mejor país. Gracias por seguir creyendo. Tu nos has ayudado a demostrar que podemos ser mejores personas, y nos has enseñado que podemos ser mejores políticos. El resultado es impresionante: juntos hemos creado la segunda fuerza política de Colombia. Hemos logrado hacer de la política algo admirable e inspirador. Hemos logrado hacer de la acción colectiva y del proceso de organización del partido lugares de encuentro y de encanto. Los resultados que obtuvimos en tan poco tiempo demuestran que somos una opción de gobierno.

Quiero agradecer a Sergio Fajardo, Enrique Peñalosa y Lucho Garzón, a nuestra bancada en el Congreso, y a todo nuestro equipo. Quiero reconocerles delante de todo el país su generosidad y apoyo.

Gracias a los equipos regionales por su capacidad de integrarse, de trabajar coordinadamente y de lograr hacer muchísimo con pocos recursos. A nuestros jóvenes un abrazo especial. Hemos logrado inspirar y motivar a muchos, muchísimos jóvenes, adolescentes y hasta niños y niñas. Hemos logrado entusiasmarlos con el Partido Verde y con sus prácticas democráticas. El apoyo de los jóvenes es una de las cosas que más orgullo nos hace sentir. La tecnología los ayudó a multiplicarse, a relacionarse entre desconocidos y a trabajar compartiendo ideales y persiguiendo fines desinteresados. El apoyo de la juventud es signo de que representamos las nuevas ideas, las nuevas preocupaciones, es signo de que somos sensibles a las exigencias del presente y del futuro y del mundo cada vez más globalizado en que viviremos.

Gracias a todos por preguntar, por debatir, por contradecir, por exigirnos más y más. Por preguntarnos con toda su alma "¿Y ahora qué?". Ante esa pregunta la única respuesta posible es: "ahora TODO".

Los verdes continuaremos trabajando sin descanso para legarles a nuestros hijos una Colombia más igualitaria y respetuosa de la vida y de los demás derechos reconocidos por la Constitución. El reto que asumimos es ser opción de gobierno para construir la esperanza en Colombia. A partir de ahora trabajaremos para tener un partido fuerte y ganar el mayor número de gobernaciones, alcaldías, y escaños en asambleas, concejos y juntas administradoras locales.

Tenemos riquezas naturales en todas nuestras regiones, el talento está en todos los rincones de nuestro país y no hay ninguna razón que nos impida desarrollar plenamente nuestro potencial. Por eso hemos repetido una y otra vez, "Si lo soñamos lo logramos". Por eso llevamos por toda Colombia dos símbolos poderosos, la Constitución y un lápiz. Ley y educación. Ese es el país que nos merecemos y por el cual trabajaremos con toda nuestra capacidad.

Un abrazo con todo mi afecto y gratitud,

ANTANAS MOCKUS
Candidato Presidencial
Partido Verde

16 jun 2010

Santos: el uribista ciego



Fue patético ver en el debate de anoche a Juan Manuel Santos incapaz de responder con sinceridad a una pregunta que le hizo Darío Arizmendi sobre qué opinaba de que “el Presidente critique permanentemente las decisiones de los jueces cuando están en contra de funcionarios o personas allegadas a su gobierno”. Santos se limitó a contestarle, muy nervioso por la pregunta, que “si usted cree que me va a poner a mí a criticar al Presidente Uribe, pierde su tiempo”.

En cuanto a la reacción de Mockus, le faltó ser más enérgico y enfático en señalar esta actitud oportunista de Santos, que es apenas síntoma del aire de unanimismo acrítico que reina en el país desde hace ocho años y cuyo postulado esencial se podría enunciar de la siguiente forma:

Como Uribe ha sido “exitoso” en materia de seguridad (aunque esto habría que evaluarlo con cabeza fría porque, a pesar de los golpes a la guerrilla y el rescate de los secuestrados,  los “falsos positivos”, las chuzadas del DAS y la reciente reubicación de Colombia en el ranking 138  -Global Peace Index- de los países más violentos del mundo, si no refutan al menos matizan esta afirmación), no se le puede criticar cuando cae en despropósitos como arremeter contra el poder judicial.

Como lo afirmó el otro periodista durante el debate: “el actual gobierno ha terminado por presentar al poder judicial como un enemigo a vencer”. Y, mientras esto siga así, el país seguirá desbrozando el camino día a día hacia una impunidad comparable a la de Venezuela, donde los jueces son enviados a la cárcel por tener el valor de juzgar a los miembros corruptos del gobierno (si por Uribe fuera, ya habría encarcelado a la juez María Stella Jara por condenar al coronel Plazas).

http://www.caracoltv.com/noticias/eleccionespresidenciales2010/campanas/video-181133-santos-y-mockus-el-ultimo-cara-a-cara-parte-ii
http://www.visionofhumanity.org/gpi-data/#/2010/scor
http://www.bbc.co.uk/mundo/america_latina/2010/06/100611_video_entrevista_chavez_bbc_pea.shtml

14 jun 2010

La increíble suerte de Álvaro Uribe



Estoy muy feliz con el rescate de los cuatro secuestrados de las garras de la guerrilla. Felicito a las Fuerzas Militares por este éxito rotundo y a las familias del general Luis Mendieta, los coroneles Enrique Murillo, William Donato y el Sargento Arbey Delgado.

Sin embargo, no deja de ser cuando menos curioso que el rescate se haya producido justo ocho días antes de las elecciones de segunda vuelta presidencial. Álvaro Uribe es alguien con demasiada "suerte" en términos de oportunidad. Recordemos lo que ocurrió cuando estaba hundido en el escándalo de la "yidispolítica", por haberse hecho reelegir Presidente después de la compra del voto de dos parlamentarios para reformar la Constitución (es decir, mediante la comisión del delito de cohecho), que apareció repentinamente la Operación Jaque, casi como un milagro, y le lavó el fango: un jaque contra otro jaque.

Aunque por el momento no hay pruebas al respecto, con lo maquiavélico que ha mostrado ser este gobierno, no resulta descabellado conjeturar (es posible) que le estuvieran siguiendo la pista hace rato a los secuestrados y esperaran justo ahora, una semana antes de elecciones, para dar el golpe. Para reforzar esta hipótesis, basta con ver el comunicado de prensa de Uribe después del rescate, que luce como una puesta en escena fríamente calculada para aparecer como un héroe, limpiar el nombre del inmaculado Ejército ahora que se acaba de conocer el fallo contra Plazas Vega, y de paso propulsar la candidatura de Santos.


¿Paranoia y delirio de persecución? Tal vez. Pero, también, las conspiraciones son como las brujas...

http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-208233-coronel-william-donato-fue-rescatado-y-se-encuentra-mendieta-murillo-y-
http://www.eltiempo.com/participacion/blogs/default/un_articulo.php?id_blog=3168&id_recurso=450010558

13 jun 2010

Guía para votar bien en materia económica II

La apuesta económica de los candidatos presidenciales es de crucial importancia para el futuro del país. Sin embargo, en razón  de la complejidad de los factores en juego resulta de difícil comprensión para quien no es especialista en el tema. Germán Forero Laverde*, experto en finanzas, nos ilustra mediante el análisis de las propuestas de los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta, en materia del modelo de crecimiento económico y las estrategias de reducción de la desigualdad, para votar con conocimiento de causa.

La apuesta por un modelo

La creciente interrelación de las economías y los mercados financieros ha generado un fenómeno preocupante: las crisis económicas son cada vez más frecuentes, profundas y destructivas.

Lo que comenzó como una burbuja especulativa del mercado inmobiliario de los Estados Unidos se convirtió en una de las crisis más profundas jamás documentadas en la historia. Lo que comenzó como una crisis del sistema financiero mundial se transformó en una crisis macroeconómica de escala global que toma "por sorpresa" a las que otrora fueran economías sólidas, o por lo menos suficientemente bien subsidiadas por buenos vecinos.

En este escenario, en el que el comercio internacional se reduce en más del 20% anual y en el cual la política económica declarada gira hacia el proteccionismo, Colombia afronta unas elecciones presidenciales en las que el modelo económico cobra una preponderancia particular.

No quiero caer en el insulso debate de los impuestos y el empleo pues ya los debates televisados han dado cuenta hasta la saciedad de cómo unos candidatos quieren subirlos, otros bajarlos y otros tener opciones creativas (y poco claras) de financiación. El origen de los recursos es secundario, al menos desde el punto de vista filosófico, frente al uso que se le dé a los mismos.

El nuevo presidente se enfrenta a un escenario de lenta y débil recuperación en la que las relaciones con los vecinos y el correcto estímulo al aparato productivo se vuelven de capital importancia para crecer.

Construir 500,000 o 1,200,000 viviendas, crear 500,000 o 2,500,000 empleos formales, unificar la tarifa del IVA y eliminar exenciones tributarias, incentivar el agro, y solucionar el problema de la tenencia de la tierra, son los lugares comunes en los que han caído los candidatos. Aquí es donde se ha visto la verdadera ausencia de propuestas, y el egoísmo endémico de la sociedad nacional en cuanto a que la pregunta importante deja de ser el modelo de crecimiento y de solución al problema de desigualdad y pasa a ser el simple "¿A mí cuánto me va a costar?"

El modelo de crecimiento debería aprovechar las ventajas comparativas nacionales, las tierras improductivas, la posición geográfica privilegiada, los nexos comerciales y la interdependencia económica con nuestros vecinos para asegurar tanto oferta como demanda de productos primarios. La revaluación y las bajas tasas de interés ya nos garantizan la tecnificación barata, ahora, desde la base debemos garantizar la producción de materias primas suficientes para que esa tecnificación sea útil. El tema central es cerrar la brecha entre PIB real y PIB potencial, pues la capacidad instalada se está utilizando bien por debajo de su óptimo.

El problema de la desigualdad debe solucionarse desde el ingreso de los particulares y nunca desde el gasto público. El gasto público excesivo, al hacerse para subsidiar la pobreza, redunda en mayores desigualdades. Si le regalo almuerzos a todas las personas que tienen hambre, enriquezco a las compañías que producen alimentos y soluciono el problema por ocho horas. Si, por el contrario, capacito y entrego capital semilla (en vez de regalar dinero de los contribuyentes) a los menos favorecidos, los empodero dándoles posibilidades de ingresos y reduzco la brecha entre empresarios y empleados.

Antes de salir a votar les pido que piensen en estos dos temas, y sometan el programa de su candidato a estas dos pruebas de fuego. No es una garantía pero es la mínima diligencia debida que viene con el voto a conciencia.

*Germán Forero Laverde es profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales. Master of Science en finanzas de la Universidad Pompeu Fabra. Profesor Investigador Cipe – Universidad Externado de Colombia.
germanf.forero@uexternado.edu.co

12 jun 2010

Las falacias del continuismo

El problema prioritario de Colombia ya no es la guerrilla, ni Chávez, sino la corrupción rampante que hizo metástasis en los gobiernos de Álvaro Uribe y amenaza con acabar nuestra precaria democracia de ganar Santos. De ahí lo imperioso de elegir un presidente cuyas banderas sean la legalidad y la ética.


“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” fue la ley fundamental formulada por Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de la Alemania nazi, que le permitió al Führer engañar al pueblo más desarrollado del mundo durante la primera mitad del XX para que apoyara el delirio colectivo de la superioridad de la raza aria y su derecho a invadir el resto de Europa. Sin embargo, a esta premisa del arte político de mentir y la manipulación psicológica de masas, habría que agregar ahora en Colombia el increíble postulado de que “una verdad repetida mil veces se convierte en votos perdidos”.
Me refiero a la obviedad de decir que hay que reformar el sistema tributario regresivo colombiano y aumentar los impuestos con miras a obtener los recursos necesarios para lograr más desarrollo. Estados Unidos recauda alrededor del 35% de su PIB en tributación; Inglaterra, el 37%; Francia, el 45%, y países como Dinamarca y Suecia, verdaderos ejemplos de avance social, el 50% y el 51%. Colombia recoge apenas cerca del 18% del PIB en impuestos. Es un hecho económico mundial incontestable que el desarrollo sólo se alcanza con un recaudo alto que le permita al Estado, además de redistribuir, invertir en ciencia y tecnología. 


No obstante, Santos insiste en forma mentirosa (es economista de profesión) en que durante su gobierno no aumentará las “tarifas” de los impuestos, hábil eufemismo para disfrazar el hecho de que sí piensa aumentarlos, sólo que creando otros. 


Pero el catálogo de mentiras con base en las cuales el candidato del continuismo quiere acceder al poder no se agota aquí. Tanto, que recientemente Mockus tuvo que reaccionar firmando una declaración juramentada ante notario de que no acabaría con el SENA, Familias en Acción, el SISBEN, el ICBF ni la educación pública, para desmentir las acusaciones de Santos. Las falsas especies difundidas por su campaña (con la asesoría de un discípulo de primer orden de Goebbels) para instilar un miedo infundado en el electorado frente a su contendor son numerosas. Veamos.

Se afirma que Mockus supondría un retroceso en materia de seguridad por sus propuestas centradas en el respeto de la ley. El falso dilema entre seguridad y legalidad es el principal engaño utilizado por el continuismo para ganar estas elecciones. Esta falacia se derrumba al verificar que el candidato verde, que es un gobernante que supo ejercer la mano dura cuando debió hacerlo pero intentando también educar y persuadir, tiene más resultados para mostrar en seguridad incluso que Uribe. Durante sus dos alcaldías, convirtió nada menos que la capital más caótica e insegura de Latinoamérica en ejemplo para el mundo. Por esta razón, lo llaman de universidades extranjeras para que dicte conferencias explicando sus métodos y científicos sociales tan importantes como Habermas, Ostrom, Elster, Holmes, Przeworski y la comunidad científica de Harvard, Columbia, NYU, Yale y Oxford, lo apoyan y afirman que el país contaría con su asesoría de él ganar las elecciones (algo inédito en la historia de la política del tercer mundo). 

De otro lado, los falsos positivos y las chuzadas del DAS ya demostraron colmadamente el desastre al que conduce una política de seguridad que no respeta la legalidad. 


Se sostiene también que Mockus supondría un riesgo para las delicadas relaciones con Venezuela, cuando lo realmente preocupante para el país sería el eventual gobierno de alguien cuya "estrategia diplomática" hasta ahora ha consistido en sostener una enemistad declarada desde que era columnista, continuando con la línea de "diplomacia" de Uribe en la materia de insultar en cumbres internacionales a un jefe de Estado mentalmente inestable y armado hasta los dientes, dinámica que no hace sino aumentar el riesgo de guerra exterior. No hay que descontextualizar ni sobredimensionar la declaración de Mockus sobre su supuesta "admiración" por Chávez, que resulta ser, ésta sí, una estrategia inteligente para bajarle la temperatura a las deterioradas relaciones bilaterales con el país vecino. 


Como si esto fuera poco, el candidato Santos se ha declarado públicamente admirador, en forma acrítica, del Estado de Israel, que históricamente ha manchado su lucha contra el terrorismo (legítima) con el asesinato (ilegítimo) de miles de civiles palestinos inermes.

Por último, es falso el argumento de que Mockus sería un presidente conveniente para dentro de unos años, “cuando el país esté más desarrollado”. Sin legalidad no es viable ningún tipo de desarrollo: ni económico, ni social, ni político, ni cultural, ni científico, ni tecnológico. Por eso, el problema prioritario de Colombia ya no es la guerrilla, ni Chávez, sino la corrupción rampante que hizo metástasis en los gobiernos de Álvaro Uribe y amenaza con acabar nuestra precaria democracia de ganar Santos. De ahí lo imperioso de elegir un presidente cuyas banderas sean la legalidad y la ética.

http://www.semana.com/noticias-opinion-on-line/falacias-del-continuismo/140122.aspx

3 jun 2010

El virus del derrotismo


El derrotismo es la tendencia a llenarse de pesimismo ante una derrota. Sus efectos son nefastos y crecientes en tanto logran generalizar una actitud de desaliento en el grupo que magnifica los alcances de un resultado negativo al tiempo que frustran las posibilidades de corrección de los fallos. A su vez, el derrotismo puede verse alimentado tanto desde dentro como desde fuera del grupo.

Al Partido Verde lo amenaza el virus del derrotismo después del resultado de la primera vuelta. Desde adentro, algunos de sus miembros hablan ya de irse preparando para la oposición y las elecciones locales del 2011, en la redes sociales se respira un aire de decepción e impotencia y columnistas que escriben más desde la tristeza que la reflexión dicen que ahora se necesita un milagro para ganar. Desde afuera, las declaraciones oportunistas de senadores de La U que piden la renuncia a la segunda vuelta del movimiento, persiguen desmoralizarlo. Sin embargo, semejante propuesta además de inviable es profundamente antidemocrática, teniendo en cuenta que el pueblo aún no ha emitido su veredicto final, que sólo tendrá lugar el próximo 20 de junio.

Este ambiente generalizado de derrota -y de triunfalismo del otro lado- resulta infundado cuando el país está en frente de una segunda vuelta electoral en la que ninguno de los dos candidatos finalistas tiene nada asegurado, al igual que no lo tenía la víspera de la primera, y de ahí justamente lo sorprendente del resultado.

La primera vuelta electoral está diseñada para que los candidatos a la presidencia midan fuerzas en forma independiente, es su función y por eso en ella prima necesariamente una dinámica de fragmentación. Por su parte, la segunda vuelta busca darle mayor legitimidad al ganador, invistiéndolo con el apoyo de una gran mayoría y en ella prevalece una lógica de unión: es el momento de las alianzas y los verdes -al igual que el continuismo- necesitan de ellas para ganar. El Polo ya extendió una carta generosa para iniciar un diálogo programático con los verdes y Vargas Lleras, como conductor de buena parte del voto de opinión, tiene una oportunidad única para sacudirse la fama de manzanillo y demostrarle al país que está a favor de la legalidad democrática en lugar de dejarse manosear nuevamente por el uribismo, que le dio la espalda cuando se mostró independiente y antirreeleccionista. En lo que concierne al liberalismo, sería una vergüenza adherir a Santos después de haber ejercido la oposición y denunciado la corrupción del gobierno durante años y por eso Pardo ya dejó libre a la colectividad para votar por quien quiera por encima de los intereses de los barones electorales.

Para un observador avezado, no pueden considerarse un fracaso más de tres millones de votos verdes de opinión, es decir, conseguidos con una campaña desprovista de maquinarias tradicionales por un partido nuevo en el panorama político. La primera vuelta la ganó en forma holgada el candidato de la continuidad y, aunque no se trata de minimizar este resultado, tampoco hay que convertirlo en un obstáculo insalvable en medio de un ambiente electoral hasta ahora caracterizado por la volatilidad y la indecisión. Aún hay muchos votantes por conquistar -y también que se pueden perder- para ambos candidatos: el pasado domingo el 54% del país manifestó que no quiere más de lo mismo, votando por candidatos distintos del heredero del uribismo, y el 51% se abstuvo de hacerlo. Además, la segunda vuelta suele tener mayor participación: en la última que hubo en el país, en 1998, se incrementó el número de votantes en más 1.600.000. Se equivocan entonces quienes creen que el resultado de la primera vuelta no se puede cambiar sustancialmente en la segunda.

Antes que culpar a las encuestas por no haber logrado predecir el resultado, habría que hacerlo a la prohibición del Consejo Nacional Electoral de realizarlas una semana antes de las elecciones. Los sondeos de opinión son escáneres que deben actualizarse constantemente para que sean exactos. Los reparos a la idoneidad de las muestras por no haber incluido a la población rural  por el momento no pasan de ser una hipótesis que está por demostrarse. No es que la estadística -que es una ciencia fiable- haya fallado sino que no se pudo desplegar. Levantada la prohibición para la segunda vuelta, el verdadero debate que se debe adelantar a futuro es sobre su regulación.

Es claro que la intención de voto de muchos electores cambió en los siete días que precedieron los comicios y las dos preguntas importantes a responder ahora son por qué motivo se dio este cambio y si los medios utilizados para conseguirlo fueron legítimos y legales.

Se habla de los “errores” de Mockus en los debates y sus declaraciones, en especial haberse atrevido a anunciar algo tan elemental como que le subiría los impuestos a los más ricos para ajustar uno de los sistemas tributarios más regresivos del continente. Y, si el repunte de Vargas y Petro gracias a su buen desempeño le arrebató también varios votos, el cambio brusco en la tendencia hay que atribuirlo fundamentalmente a otros factores, en su mayoría ilegítimos e ilegales: el apoyo frontal del diario más poderoso del país en su editorial dominical a la candidatura de Santos; el soporte de la maquinaria del gobierno mediante el chantaje a los beneficiarios humildes de programas asistencialistas como Familias en Acción; la participación indebida en política del Presidente (los huevitos); el uso ilegal de la base de datos del SENA para hacer proselitismo en favor de Santos; los rumores en contra del candidato verde difundidos en el Seguro Social y la Federación de Municipios; el hostigamiento por parte de policías a jurados electorales; la compra de votos; los votos del PIN que terminaron endosados en secreto a la campaña de Santos; los votos cristianos movilizados por el miedo infundado al ateismo del candidato verde; la campaña de desprestigio en contra de Mockus adelantada con la asesoría de uno de los gurús mundiales del juego sucio electoral; la ausencia de los primivotantes; el abstencionismo que sigue siendo alto y en gran medida propiciado por las deficiencias en la infraestructura electoral que dejaron a muchos sin votar; y, por supuesto, la maquinaria partidista que una vez más demostró estar igual de bien aceitada tanto en el sector urbano como en el rural.

En suma, para recuperar su viabilidad electoral -que hasta una semana antes de la primera vuelta era un hecho estadístico- los verdes deben erradicar el derrotismo de sus filas, movilizar una parte del alto porcentaje de abstencionistas, forjar alianzas y potencializar el hecho fundamental de que la primera vuelta en realidad no la ganaron los argumentos ni el carisma inexistente de Santos, sino el miedo a la guerrilla, el dolo (picardía) y la sombra de Uribe. 

A veces en política ocurre como en fútbol donde si se pierde en el primer tiempo, hay que mostrar la garra en el segundo.  El primer tiempo lo ganó por goleada y con trampa -chantajeando y engañando para asustar al electorado- el continuismo. El segundo puede ganarlo el cambio si ajusta su alineación y sale a remontar el marcador desde el primer minuto. 


http://www.semana.com/noticias-opinion-on-line/virus-del-derrotismo/139790.aspx