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6 nov 2010

La mano invisible de Smith, la contrademocracia y la norma fundamental de Kelsen

Esta reflexión surge a raíz del comentario que hizo Fernando Gaspar Dueñas a mi columna de Semana “La tara contrarreformista” advirtiendo que Amartya Sen “defiende a Smith de esa interpretación (que hice mía) según la cual le deja todo a la mano invisible del mercado”. El crédito inspirador (si hay alguno) de este símil pertenece a él (a Fernando).

“The creditable performance of the allegedly capitalist systems in the days when there were real achievements drew on a combination of institutions that went much beyond relying only on a profit-maximising market economy”. Con este statement Amartya Sen traza la vía que intento pavimentar: el capitalismo que hoy tenemos funciona porque NO LO ES en gran medida, porque no es sólo mercado o, mejor aún, porque corrige los defectos del mercado. Igual ocurre con la democracia, por ejemplo, al observar en detalle las medidas con que las democracias contemporáneas siguen siéndolo, se advierte que casi todas son “contrademocráticas”, es decir, contradicen o morigeran el principio de mayoría: límites al poder reforma constitucional, derechos fundamentales, activismo judicial, equilibrio de poderes, alternancia en el poder, libertad de prensa, etc.

Así como el pseudocapitalismo que hoy tenemos, con su “mano visible” que lo contradice (la del Estado), hace pensar en nuestra actual “contrademocracia” (Rosanvallon) o “Democracia que se ha vuelto contra sí misma”; la mano invisible de Smith hace pensar en la norma fundamental de Kelsen por las dimensiones míticas que entraña toda equivocación que se sitúa en el corazón de una gran teoría. Veamos si logro desarrollar el símil.

Dice Smith que hay una “mano invisible” que regula el mercado y lo hace funcionar bien (más conocida contemporáneamente como “las fuerzas del mercado”). Pero, en palabras de Amartya Sen, dice también Smith que aunque “los mercados y el capital hacían un buen trabajo dentro de su propia esfera… no eran autosuficientes”. Entonces, si los mercados “funcionan bien” pero sólo “dentro de su propia esfera” y no son “autosuficientes”, es, sencillamente, porque NO hacen tan bien su trabajo solos, tanto, que hay que intervenirlos, luego la mano invisible, sencillamente, NO EXISTE por fuera de la elegante teoría: es una aporía práctica, como lo es la “norma fundamental” de Kelsen, la que “supuestamente” (y atención aquí al significado genuino del adverbio) está en la base de cualquier sistema jurídico y que, agrego yo, si hay que “suponerla”, es también solamente porque no existe.

Stiglitz lo dijo mejor que yo: "the reason that the invisible hand often seems invisible is that it is often not there". La mano invisible es una desafortunada metáfora, una mentira, no existe, y ello no le resta mérito moral a Smith (quien, como ilustra Sen, no obstante su singular "invento" se preocupó por las aberraciones del capitalismo desenfrenado), pero sí le quita solidez a su teoría del “libre” mercado.

Por su parte, despojar de contenido justo la noción de mercado para decir que “funciona bien” a pesar de que haciéndolo propicia la injusticia, es una trampa dialéctica axiológicamente insostenible, y es justamente lo que en forma mentirosa defienden los neoliberales radicales: que el mercado, per se, es la panacea porque “funciona bien” (y lo es, en efecto, para el puñado de hombres que se adueñó del mundo).

Sin embargo, no hay grandes pensadores que carezcan de albacea intelectual (como tampoco de enemigos públicos) y, lo mismo que Robert Walter hizo con Kelsen (litros de tinta para explicar por qué la norma fundamental no es un apriorismo metafísico insostenible) parece estarlo haciendo Amartya Sen con Smith (también lo hizo Chomsky): que Smith haya escrito que el mercado no era autosuficiente lo único que hace es poner en evidencia la inexistencia de su mano invisible. Así como para Kelsen el haber dicho que la justicia es un concepto que escapa al derecho positivo y entra en el campo axiológico (la política) sólo puso de manifiesto lo imprescindible que resulta el iusnaturalismo. En suma, la injusticia intrínseca de la “mano invisible” de Smith no sólo lo refuta descriptiva sino también axiológicamente.

¿Contradictorio y complejo? Sí, pero Edgar Morin diría que sólo así se puede acertar. Obviamente, no creo que ni Kelsen ni Smith hayan sido lo suficientemente ingenuos para creerse el cuentito “invisible/fundamental”. Pero es que, al menos históricamente, ser brillante parece consistir en ser lo suficientemente ambicioso para no temer equivocarse con estruendo transecular: nadie está exento de querer pasar a la historia, así sea convirtiéndose en el hazmerreír (y al tiempo punto de referencia obligado) de la intelligentsia de las generaciones posteriores.

Por último, se sostiene que para derrumbar el sistema kelseniano se requiere una crítica externa. Según deduzco del texto de Sen en comento, en el caso de Smith la crítica externa (a su sistema), provino de él mismo sin saberlo (¿o sabiéndolo?). No me sorprende: me parece que Kelsen hizo lo mismo con su texto “¿Qué es justicia?” respecto del positivismo jurídico. Se parecen demasiado.

Termino con una cita que encuentro pertinente para redondear la idea valorativa que informó este apunte:

«If justice perishes, then it is no longer worthwhile for men to live upon the earth», Kant.