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9 mar 2010

¿Será? Sobre los artistas sin arte, los malos políticos, las discriminaciones positivas y el día de la mujer

1. ¿Será que Coelho piensa que los kilómetros de basura que teclea a diario en su computador valen algo?, ¿será que Uribe y Chávez creen que son buenos presidentes cuando gobiernan dos países en ruinas, sumidos en la desigualdad y el subdesarrollo porque ellos prefieren dilapidar la riqueza nacional en armas, guerra y corrupción, en lugar de invertirla en cultura, educación y construcción de sociedad? La pregunta me surgió la noche del domingo, cuando salí de la última función de la adaptación para teatro de “Melodrama”. El reto era grande: superar la mediocridad de la peor novela cuyo escenario es París que yo haya leído. Y, sin embargo, lo logró: el protagonista, en un torturante intento por actuar durante dos largas horas, no logra convencer durante un solo instante de que no está fingiendo. Un mal actor, un mal escritor, un mal músico o cualquier mal artista es, además de algo trágico, una ofensa para la belleza, para la esperanza estética del mundo en general y, por lo tanto, algo que no debería existir. En el arte, es preferible la nada a la mediocridad. Con los presidentes, y los políticos en general, en cambio, estamos habituados a su mediocridad casi congénita. La política no es terreno fértil para la perfección. Como dijo Vargas Llosa, en una entrevista que publicamos aquí en enero, ”podemos ser intransigentes en materia estética. En poesía, en novela, la imperfección no es aceptable, en ningún caso. En política eso es imposible”. Por eso también escribía Colacho, que todo lo entendió, que “al que nace sin talento alguno se le debe aconsejar una carrera científica”. De ahí que, en un acto de suma sensatez, yo lleve 28 años estudiando para hacer ciencia.
Pero retomemos la pregunta que dio lugar a esta primera reflexión. ¿Será que estos pobres diablos creen estar haciendo algo de valor?, ¿será que toda esa manada de “artistas sin arte”, de “eunucos en celo”, creen ser buenos en lo que hacen? Mi amigo Javier piensa que sí. Me dijo: ponte a pensar que estas personas muchas veces tienen trabajo, club de fans, comen a la carta, van a cócteles e incluso reciben premios, en suma, son “exitosas” y obtienen una recompensa considerable por su trabajo. La respuesta entonces, al parecer, es que sí se creen buenos, muy seguramente como mecanismo de autoconservación para que no los aplaste el apabullante peso de su mediocridad.

2. ¿Será que seguiremos festejando indefinidamente estupideces como “el día de la mujer”?, ¿será que seguiremos “celebrando” por siempre “el día” de grupos discriminados?, ¿será que tendremos que continuar promulgando leyes “de cuotas” para garantizar que la mujer, como si fuera un ser de orden inferior, tenga algún peso político? Y es que el mayor peligro de las “discriminaciones positivas” (affirmative actions, les dicen en Estados Unidos, donde se acuñó el término) es que a veces  provocan un efecto colateral contrario al que persiguen (reverse discrimination), es decir, la inferiorización social de un nuevo grupo debido al favorecimiento del grupo que buscan ayudar. Una discrimnación positiva es, tecnicismos aparte, un mecanismo que busca restablecer la igualdad mediante la legalización de la desigualdad. ¿Contradictorio? Sí, pero no ilógico (o si no pregúntenle a Edgar Morin), como sí lo es por ejemplo la “función de resocialización” de la pena privativa de la libertad, que busca “resocializar” al individuo mediante su aislamiento social (que es lo que en buen castellano significa la pena prisión). Nada que sorprenda, de estas joyas conceptuales está lleno el mundo del derecho.

Argumentos en contra de las discriminaciones positivas:
Some opponents say affirmative action devalues the accomplishments of people who are chosen because of the social group to which they belong rather than their qualifications. Opponents also contend that affirmative action devalues the accomplishments of all those who belong to groups it is intended to help, therefore making affirmative action counterproductive. Some people, such as American activist Ward Connerly, also feel that affirmative action is discrimination in itself since it judges people by their race or ethnicity. Opponents, who sometimes say that affirmative action is "reverse discrimination", further claim that affirmative action has undesirable side-effects in addition to failing to achieve its goals. They argue that it hinders reconciliation, replaces old wrongs with new wrongs, undermines the achievements of minorities, and encourages individuals to identify themselves as disadvantaged, even if they are not. It may increase racial tension and benefit the more privileged people within minority groups at the expense of the least fortunate within majority groups (such as lower-class whites). American economist, social and political commentator, Dr. Thomas Sowell identified some negative results of race-based affirmative action in his book, Affirmative Action Around the World: An Empirical Study. Sowell writes that affirmative action policies encourage non-preferred groups to designate themselves as members of preferred groups (i.e., primary beneficiaries of affirmative action) to take advantage of group preference policies; that they tend to benefit primarily the most fortunate among the preferred group (e.g., upper and middle class blacks), often to the detriment of the least fortunate among the non-preferred groups (e.g., poor whites or Asians); that they reduce the incentives of both the preferred and non-preferred to perform at their best — the former because doing so is unnecessary and the latter because it can prove futile — thereby resulting in net losses for society as a whole; and that they increase animosity toward preferred groups” (Wikipedia).
Ejemplos frescos de reverse discrimination: funcionario(a)s incompetentes en altos cargos del Estado por el gran mérito de su color de piel o su sexo; una candidata cuyo principal “argumento” para ser Presidente es ser mujer (aunque en realidad se comporte como un áspid oportunista), mientras abundan mujeres brillantes (yo, que no conozco casi a nadie, conozco de cerca a varias) a las que les cabría no sólo el país sino el mundo en la cabeza. Una directora de cine que acaba de ganar el Oscar con la peor película de las que ha hecho (porque ha hecho varias muy buenas) pues “ya era hora de que la Academia premiara a una mujer” por primera vez en esta categoría.
3. Día del campesino desplazado, del gay, del transexual, del sindicalista amenazado, del negro, del indígena, del falso positivo, de la madre cabeza de familia, del ateo, de la prostituta, del drogadicto, de la compañera permanente, de “la otra”, del desempleado, del depresivo crónico, del pastuso, del amputado por minas antipersonales, del veterano de guerra, del sobreviviente a masacre con motosierra, del testigo amenazado, del desmovilizado, del discapacitado, del tarado, del niño maltratado… Al paso que vamos, en Colombia no nos van a alcanzar los días del año para tanta “celebración”. La única razón por la que hay gay parades de un patetismo circense inigualable es que la sociedad sigue siendo lo suficientemente estúpida para creer que ser homosexual tiene algo de especial.  “Gay Pride Day”: día mundial del orgullo gay. ¿Orgullo gay?, ¿acaso hay algún orgullo heterosexual? Se es lo que se es, se prefiere lo que se prefiere, uno pide helado de vainilla en lugar de chocolate (algunos gustan de ambos), y punto. ¿Hay que  hacer fiestas mundiales por eso? Todas estas idioteces no deberían existir pero existen debido a la mezquindad del género humano, a su increíble incapacidad para respetar la libertad y las opciones del otro.
¿Mejor entonces que no haya discriminaciones positivas? No. Mejor que no tuvieran que existir. Su sola existencia es una vergüenza para cualquier sociedad pero, al parecer, es mejor que nada contra la discriminación rampante, mientras no degenere en otra discriminación. La característica clave en este punto es su vocación de temporalidad, la que consagra por ejemplo la International Convention on the Elimination of All Forms of Racial Discrimination, que estipula en su artículo 2.2 que las discriminaciones positivas "shall in no case entail as a consequence the maintenance of unequal or separate rights for different racial groups after the objectives for which they were taken have been achieved."

4. ¿Día de la mujer? No hay uno solo en el año que no lo sea. Desde que nací, no ha habido un día al que no sobreviva gracias a la fuerza que me dieron y me siguen dando las mujeres: mi mamá y mi abuela para empezar, que me enseñaron a vivir, pasando por las que me han amado con su natural generosidad. La superioridad histórica de la mujer (como mínimo moral; sobre la intelectual mejor ni hablamos: a mí me basta con leer un párrafo de Simone de Beauvoir para sentirme absolutamente estúpido) la demuestra colmadamente el hecho irrefutable de haber soportado la tiranía del hombre, no sólo sin convertirlo en objeto de su odio, sino haciéndolo el inmerecido objeto de su más auténtico amor. Con mucha razón me decía una amiga hace poco que si algo merecíamos los tipos de este mundo como vendetta por nuestra arrogancia y egoísmo, es una oleada global de lesbianismo. Razón tiene, y toda. Entonces, si a la mujer algo le debemos los hombres no es un asqueroso día más que engrose el catálogo de babosadas consumistas, lleno de empalagosas tarjetas de Timoteo, inmundas flores pintadas con anilina, mensajes estúpidos en el wall de Facebook y la bandeja de entrada, nauseabundas cajas de chocolate, frases de cajón por el celular, “generosos” posts en blogs de política, etc. No. A la mujer le debemos varios milenios, siglos enteros de verdaderas luces donde se le reconozca el lugar que le corresponde en el mundo, el de zócalo de toda forma de civilización
Mientras tanto, sigamos en éstas todos, tan varoncitos, celebrando el día de la mujer, con el pecho lleno de orgullo y la boca llena de babas para escupir lugares comunes, alimentando desde todos los frentes las taras machistas que han soportado secularmente el edificio histórico vergonzante de la inferioridad social de nuestras mujeres; rebuznando caballerosidades; aplaudiendo y reeligiendo presidentes a los que no se les ocurre mayor insulto para sus semejantes que el de “sea varón” (léase “no sea mujer”). Porque ésos son los próceres y los grandes varones que aquí estamos acostumbrados a admirar y respetar. ¿Tan varoncitos todos nosotros no?

Ahora sí: Feliz día de la mujer…

1 Comment:

Cogollo de toronjil. said...
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