16 jul 2010
Democracia y unidad nacional
No se debe confundir el espíritu conciliador con la ausencia de crítica: el primero es deseable mientras que la segunda nefasta para la democracia.
El término “democracia” es el más trajinado e importante de la ciencia política contemporánea. A comienzos de los noventa, consolidada la aspiración democrática global con la caída del muro de Berlín y la expansión de la “tercera oleada de democratización”, nadie parecía controvertir su futuro promisorio. Un autor de importancia, Francis Fukuyama, rezumaba un optimismo tal, que lo llevó a postular, en un libro célebre, ‘El fin de la historia’, como el resultado de un consenso mundial entorno a la democracia liberal y el capitalismo como modelos óptimos de desarrollo político y económico.
Sin embargo, al menos en el aspecto político, el balance actual contradice todos los pronósticos. El último reporte de FreedomHouse, organismo encargado de medir los niveles globales de democracia, arroja que hoy sólo el 60 por ciento de los países del mundo son democráticos y una buena parte de este porcentaje son democracias “fachada” que esconden gobiernos despóticos.
En la clasificación que hace FreedomHouse, se establecen tres rangos para los países: libres, parcialmente libres y no libres. Como es de esperar, Colombia permanece anquilosada dentro de los estados “parcialmente libres” desde que se empezó a ilustrar con mapas la medición en 2002. ¿Por qué?
Porque los indicadores de la democracia moderna no se reducen al hecho mayoritario electoral. El concepto de democracia es complejo e incluye, además de la realización de elecciones periódicas y pacíficas para elegir representantes por un tiempo limitado, otras exigencias que hacen referencia ya no sólo a los derechos políticos sino además a las libertades civiles, los límites al poder elegido por la mayoría y el respeto de las minorías.
Sin pretensión de exhaustividad, un país que hoy se diga seriamente democrático debe cumplir al menos las siguientes condiciones: respeto del principio de alternancia en el poder, de modo que se limite en el tiempo su ejercicio por un solo partido o persona; separación y equilibrio de los poderes públicos, que se garantiza mediante el sistema de pesos y contrapesos diseñado constitucionalmente para evitar su concentración; libertad de prensa, para propiciar la producción de información imparcial que neutralice la manipulación mediática a la que espontáneamente tienden el establecimiento, sus patrocinadores económicos y la lógica misma del mercado de los medios masivos de comunicación; y, especialmente, derecho de oposición y crítica.
La oposición resulta fundamental para la democracia porque no es posible construir consensos legítimos en un ambiente de unanimismo donde todos los actores políticos se confunden en un solo partido y no hay quién ejerza la crítica.“Que el poder controle al poder”, la divisa fundamental de Montesquieu, supone para su realización la existencia de fuerzas contrapuestas entre sus titulares.
Si algo caracteriza a la democracia como forma superior de gobierno es la apertura de canales pacíficos para la manifestación del disenso y la inconformidad. Es lo que le permite garantizar mejor que cualquier otra estructura de gobierno niveles sustanciales de participación, libertad y pluralismo para que los agentes democráticos puedan expresar, en forma significativa, sus opiniones y preferencias. La esencia de la democracia no es eliminar la contradicción ni el conflicto sino transmutarlos en acuerdos y consensos que se construyen, justamente, a partir del disenso.
El tema de la oposición resulta crucial en medio de la propuesta de Unidad Nacional, tan de moda por estos días en el país aunque de ascendente hispánico. La famosa “unidad” en torno al ganador de turno es tan vieja como la política misma.“Pero, si son los mismos perros con distintos collares”, fue la frase pronunciada por Fernando VII cuando descubrió, al recuperar el trono tres años después de la revolución liberal de 1820, que los soldados voluntarios ahora “realistas” que lo apoyaban eran los mismos que conformaron las milicias populares revolucionarias que se le sublevaron. Posteriormente, los Pactos de la Moncloa facilitaron la unión de los principales partidos políticos que le permitió a España hacer la transición hacia la democracia en forma pacífica tras la caída del franquismo. De manera que los pactos de unidad nacional, en el principal referente europeo, admiten una valoración histórica tanto negativa como positiva.
Además, las propuestas de unanimismo tienen un aire familiar en nuestra propia historia política desde el Frente Nacional (1958-1974), cuyo balance es igualmente ambivalente: este acuerdo sirvió para frenar el baño de sangre bipartidista que inundaba el país para la época pero también para institucionalizar la exclusión, eliminando a las minorías del escenario político durante más de tres lustros.
En el último número de Foreign Policy aparece la lista de los peores tiranos del planeta (The Worst of the Worst, se titula el artículo de George Ayittey). Son 23 dictadores entre los que Hugo Chávez, para citar el único ejemplo latinoamericano de la lista, figura en el puesto 18. Curiosamente, la nota distintiva de todos estos héroes nacionales que se instalan indefinidamente en el poder es que(cuando no apelan a la tortura y el genocidio) espían o, de alguna otra manera, se las arreglan para neutralizar o acabar definitivamente con la oposición.
Es muy temprano para saber en qué se traducirá concretamente la propuesta de unidad nacional del nuevo gobierno en términos de independencia de las demás fuerzas políticas. El pronóstico más pesimista apuntaría a la conformación de un régimen de partido dominante al estilo del antiguo PRI mexicano. Sin embargo, esta visión resulta exagerada pues los alcances reales del pacto dependerán del manejo que le den a la “unidad” tanto quien la convoca como quienes responden al llamado.
No se debe confundir el espíritu conciliador con la ausencia de crítica: el primero es deseable mientras que la segunda nefasta para la democracia. La aproximación de Petro para comenzar conversaciones programáticas con el nuevo gobierno y el camino escogido por el Partido Verde de “independencia deliberativa” son muestras de madurez democrática antes que de oportunismo político. Ambas admiten una lectura por el momento positiva como signos del inicio de un diálogo constructivo que resulta saludable para el sistema político.
Es de recordar que el pasado 26 de marzo Colombia logró escapar a un gobierno continuo de 12 años del mismo hombre (que habría sido el más largo de la historia democrática del país), gracias a un fallo histórico de la Corte Constitucional que salvaguardó el principio de alternancia en el poder y salvó la democracia.
El gobierno entrante hasta ahora ha dado varias muestras de ser plausiblemente diferente del saliente: respetuoso de la independencia del poder judicial, tecnocrático en lugar de clientelista en la designación de altos funcionarios, conciliador antes que incendiario frente a sus rivales. Al menos en lo concerniente a la forma, el estilo de gobierno que empieza a desplegar Juan Manuel Santos enhorabuena desvirtúa la hipótesis del continuismo.
http://www.semana.com/noticias-opinion-on-line/democracia-unidad-nacional/141505.aspx
Publicado por José Fernando Flórez en viernes, julio 16, 2010 3 comentarios
Etiquetas: Democracia, Foreign Policy, Freedom House, Juan Manuel Santos, Política, Unidad Nacional
5 jul 2010
Reflexiones intempestivas 8
Publicado por José Fernando Flórez en lunes, julio 05, 2010 2 comentarios
Etiquetas: Reflexiones intempestivas
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